13 de agosto de 2014

Sacerdote, servidor de la paz

Toda Nicaragua, los pacifistas de América Latina y el mundo, católicos y no católicos, debemos alegrarnos de la decisión del papa Francisco de levantar la “suspensión a divinis” al padre Miguel D’Escoto Brockmann, a quien desde ya se le restituyen sus derechos religiosos para celebrar una misa, realizar un matrimonio, confesar y dar los sacramentos.

Tuve el enorme privilegio de ser asesor en derechos humanos del padre Miguel durante su presidencia en la Asamblea General de las Naciones Unidas y ahí pude corroborar que este profeta de la paz goza de un prestigio y reconocimiento mundial; fue electo por aclamación, por unanimidad, los 192 Estados votaron a favor de que él condujera como presidente el máximo órgano de la ONU.

Durante su gestión promovió temas que ya venía impulsando desde distintos púlpitos internacionales y con una catequesis basada en el evangelio, el derecho internacional de los derechos humanos, la justicia social, la filosofía de paz y una ética liberadora de la humanidad y la madre Tierra; algunos de los tópicos que podemos destacar son: 1) el desarme mundial, todo lo relacionado con el desmantelamiento del armamento nuclear, cuanto ha pregonado nuestro Ghandi, que si los billones de dólares que usan las superpotencias militares para destruir se usaran para otros asuntos, serían suficiente por ejemplo para disponer de servicios sociales básicos para toda la humanidad. 2) La creación del Estado palestino; la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 20 de noviembre de 1947 la resolución 181, que recomienda la partición de Palestina en un Estado judío y un Estado árabe, tan solo meses después se creó Israel; sin embargo, 67 años después aún no se crea el Estado palestino. Nuestro sacerdote de justicia ha exigido ante las cortes internacionales el cumplimiento de esta y muchas otras resoluciones de la ONU sobre el pueblo palestino.

3) La construcción de un modelo de seguridad y soberanía alimentaria para todas y todos los habitantes de la casa común. En el mundo hay más de 1,000 millones de personas con hambre, el padre Miguel ha enseñado en los atrios de muchas instituciones y organizaciones que esto es una gran injusticia, una violación a los derechos humanos por no tener la capacidad de producir y consumir los alimentos en cantidad y calidad necesarios para vivir una vida digna y plena.

Al dejar la Presidencia de la AG de la ONU, nuestro evangelista itinerante ha abogado por la refundación de las Naciones Unidas, esta asociación de Estados que surgió según su Carta Constitutiva para poner fin a las guerras e instaurar la paz en la comunidad de naciones. Nuestro canciller de la convivencia planetaria ha insistido en señalar que la ONU fracasó en su misión fundacional, ya que hasta la fecha, desde que se creó, las guerras no han cesado; él argumenta que debe ser transformada totalmente, que su poder no debe residir en el G20, ni el G8, ni en los Estados Unidos, país anfitrión, sino que debe descansar en el G193, es decir que el poder de las Naciones Unidas debe residir en la capacidad, potencialidad y soberanía de cada uno de sus miembros: nos propone la democratización del sistema internacional.

En otra de sus últimas homilías se ha dirigido a la corredacción y promoción, junto con el teólogo-ambientalista Leonardo Boff, de la Declaracion Universal del Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Instrumento jurídico, ético, biológico que nos propone la salvación de todas las especies vivas.

Hoy se ha hecho justicia a un sacerdote que nunca ha dejado de luchar desde su fe por la vida.

Publicado en El Nuevo Diario el 11 de agosto del 2014.

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