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Aunque venía haciendo un arduo trabajo por los derechos humanos desde organizaciones de la sociedad civil, fue en la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos que alcanzó mayor proyección, defendiendo los derechos de la niñez y de la adolescencia, y aunque al salir del cargo no siguió siendo un protagonista noticioso tan frecuente, su labor no se detiene.
Más allá de su antiguo puesto, Carlos Emilio López Hurtado, el ex Procurador Especial para la Niñez y la Adolescencia, cuenta con un currículo envidiable, que va desde carreras en Derecho, Filosofía y Sociología, estas dos últimas bajo las enseñanzas de los padres jesuitas, hasta especialidades en el ámbito de los derechos humanos, así como una veintena de estudios y libros publicados siempre sobre el tema.
Más allá de su antiguo puesto, Carlos Emilio López Hurtado, el ex Procurador Especial para la Niñez y la Adolescencia, cuenta con un currículo envidiable, que va desde carreras en Derecho, Filosofía y Sociología, estas dos últimas bajo las enseñanzas de los padres jesuitas, hasta especialidades en el ámbito de los derechos humanos, así como una veintena de estudios y libros publicados siempre sobre el tema.
El trabajo durante 20 años
“Veinte años de mi vida he dedicado a promover, educar, investigar, fiscalizar y proponer en temas vinculados al cumplimiento de los derechos humanos en general. Los derechos humanos son mi misión, proyecto de vida y razón de ser. Estoy comprometido desde mi juventud”, dijo López.
Menciona que en 1990 comenzó como fundador de la Asociación Cristiana de Jóvenes, una de las organizaciones ecuménicas más grandes del mundo, con presencia en casi todos los países, y, en Nicaragua, nuestro entrevistado fue uno de sus fundadores y coordinadores de programas para esta organización que promueve los derechos humanos de la juventud y el desarrollo comunitario. Incidieron en localidades como Acahualinca, en Managua; en León, en las comunidades afectadas por la erupción del Cerro Negro, y en la zona de Salinas Grandes luego del maremoto.
Posteriormente, trabajó por los derechos de los jóvenes campesinos en Carazo. En 1995 fue parte del equipo jurídico del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, Cenidh, donde creó en aquel entonces el área de niñez y adolescencia, formando un programa de defensoría a favor de la niñez y de la adolescencia.
Fue ejecutivo en la Federación Coordinadora de ONG que trabajan con la niñez, Codeni, en procesos de incidencia política, en campañas públicas, con la idea de poner en agenda nacional los derechos de la niñez y de la adolescencia, impulsando la aprobación de su Código.
“Por todo este trabajo, durante mis primeros diez años en el tema de los derechos humanos, las organizaciones de Codeni me propusieron para Procurador de la Niñez y la Adolescencia, y fui electo en diciembre de 1999, puesto que traté de desempeñar respondiendo a las demandas de la ciudadanía; trabajando por la educación inclusiva, por la gratuidad de la enseñanza”, afirmó.
“Además, busqué ligar los temas de la niñez con otros del país, como economía, educación, salud, violencia física, sexual, moral y psicológica. Una gestión abierta al público, sin burocracia y sin horarios, porque uno es servidor público y hay que ser lo más eficaz posible”.
Su salida de la PDDH, hace cinco años, le abrió otro abanico de experiencias, como asesor y consultor a tres niveles: a nivel internacional, nacional y comunitario.
Su trabajo le llevó a permanecer un año en Nueva York, Estados Unidos, contratado por la Organización de Naciones Unidas, como asesor en derechos humanos del presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, ONU, como parte del equipo de trabajo de Miguel D’Escoto Brockmann.
En esa misma organización, laboró en otras de sus agencias como asesor y consultor para la Organización Panamericana de la Salud, la Organización Mundial de la Salud, para la Unión de Naciones Unidas para la Infancia, el Fondo de Población y Desarrollo, el Alto Comisionado de Derechos Humanos, y con el Consejo de Derechos Humanos.
A nivel nacional, fue asesor en el tema de derechos humanos en la Policía Nacional, con énfasis en la Dirección de Asuntos Juveniles, para la cual, junto al comisionado mayor Hamin Gurdián, construyó un modelo de prevención social del delito.
La idea del modelo fue evitar que los jóvenes incurran en delitos, y no reprimirlos frente a las exclusiones sociales en las que viven, algo que retomó y ha desarrollado más la primera comisionada Aminta Granera, Directora de la Policía Nacional. Entre otras labores realizadas está su propuesta a la Corte Suprema de Justicia para un modelo de Juzgados de Familia.
En la actualidad está formando una oficina a la que llama Casa Abierta, la cual considera un centro de ideas y promoción de derechos humanos. Comenta que ahorita tiene legitimidad social en temas de derechos humanos, pero está en la formalización de su personalidad jurídica.
Menciona que en 1990 comenzó como fundador de la Asociación Cristiana de Jóvenes, una de las organizaciones ecuménicas más grandes del mundo, con presencia en casi todos los países, y, en Nicaragua, nuestro entrevistado fue uno de sus fundadores y coordinadores de programas para esta organización que promueve los derechos humanos de la juventud y el desarrollo comunitario. Incidieron en localidades como Acahualinca, en Managua; en León, en las comunidades afectadas por la erupción del Cerro Negro, y en la zona de Salinas Grandes luego del maremoto.
Posteriormente, trabajó por los derechos de los jóvenes campesinos en Carazo. En 1995 fue parte del equipo jurídico del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, Cenidh, donde creó en aquel entonces el área de niñez y adolescencia, formando un programa de defensoría a favor de la niñez y de la adolescencia.
Fue ejecutivo en la Federación Coordinadora de ONG que trabajan con la niñez, Codeni, en procesos de incidencia política, en campañas públicas, con la idea de poner en agenda nacional los derechos de la niñez y de la adolescencia, impulsando la aprobación de su Código.
“Por todo este trabajo, durante mis primeros diez años en el tema de los derechos humanos, las organizaciones de Codeni me propusieron para Procurador de la Niñez y la Adolescencia, y fui electo en diciembre de 1999, puesto que traté de desempeñar respondiendo a las demandas de la ciudadanía; trabajando por la educación inclusiva, por la gratuidad de la enseñanza”, afirmó.
“Además, busqué ligar los temas de la niñez con otros del país, como economía, educación, salud, violencia física, sexual, moral y psicológica. Una gestión abierta al público, sin burocracia y sin horarios, porque uno es servidor público y hay que ser lo más eficaz posible”.
Su salida de la PDDH, hace cinco años, le abrió otro abanico de experiencias, como asesor y consultor a tres niveles: a nivel internacional, nacional y comunitario.
Su trabajo le llevó a permanecer un año en Nueva York, Estados Unidos, contratado por la Organización de Naciones Unidas, como asesor en derechos humanos del presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, ONU, como parte del equipo de trabajo de Miguel D’Escoto Brockmann.
En esa misma organización, laboró en otras de sus agencias como asesor y consultor para la Organización Panamericana de la Salud, la Organización Mundial de la Salud, para la Unión de Naciones Unidas para la Infancia, el Fondo de Población y Desarrollo, el Alto Comisionado de Derechos Humanos, y con el Consejo de Derechos Humanos.
A nivel nacional, fue asesor en el tema de derechos humanos en la Policía Nacional, con énfasis en la Dirección de Asuntos Juveniles, para la cual, junto al comisionado mayor Hamin Gurdián, construyó un modelo de prevención social del delito.
La idea del modelo fue evitar que los jóvenes incurran en delitos, y no reprimirlos frente a las exclusiones sociales en las que viven, algo que retomó y ha desarrollado más la primera comisionada Aminta Granera, Directora de la Policía Nacional. Entre otras labores realizadas está su propuesta a la Corte Suprema de Justicia para un modelo de Juzgados de Familia.
En la actualidad está formando una oficina a la que llama Casa Abierta, la cual considera un centro de ideas y promoción de derechos humanos. Comenta que ahorita tiene legitimidad social en temas de derechos humanos, pero está en la formalización de su personalidad jurídica.
Su perspectiva ante la actual PDDH
Hace cinco años dejaste la PDDH. Muchas cosas han pasado en esa institución ahora muy cuestionada. ¿Cuál es tu visión de lo que debería ser una institución como ésta?
Más que hablar de la administración del ex procurador Omar Cabezas, me gustaría hablarte de hacia dónde debería caminar la PDDH, que ya tiene dos períodos en su vida. Primero fue la etapa fundacional, en la cual participé junto al doctor Benjamín Pérez y al profesor Julián Corrales, en la dirección. Un segundo período fue el del procurador Cabezas. De él preferiría que la población juzgara y comparara con el período anterior. Pero ahora viene un tercer período que debería funcionar en una relación más armónica con la Asamblea Nacional, ya que tanto el procurador como el subprocurador son comisionados del Poder Legislativo y sus delegados en la protección de los derechos humanos.
Otra línea de la PDDH debe ser de contribución a la armonía entre los poderes del Estado, un ente catalizador de diálogo, de encuentros desde posiciones constructivas, para que los poderes del Estado caminen cada vez más en el respeto de los derechos humanos. Por otra parte, tiene que ser puente entre la ciudadanía y las instituciones públicas.
Mi concepto es que la PDDH no debe ser un espacio de vociferación, sino uno constructivo, que traslade al Estado las quejas y las preocupaciones de la ciudadanía. Considero que hay que fortalecer la parte propositiva de la PDDH, no quedarse en la denuncia por la denuncia, sino procurar una entidad que oriente y recomiende la forma de cambiar de los derechos a los hechos, de los recursos jurídicos a la acción social.
Creo que los derechos humanos deben ser el paradigma de la familia, de las personas, que guíe Nicaragua, que guíe sus políticas económicas, su modelo educativo, su sistema de salud, que guíe a las instituciones de justicia, su actuar y el actuar de las empresas privadas para que no sangren a los trabajadores en detrimento de acumular lucro excesivo”.
De su vida
¿De dónde es Carlos Emilio?
Soy granadino, de los barrios populares Cuiscoma, ubicado a dos cuadras del mercado. Me siento orgulloso porque ése es un barrio de personajes folclóricos, míticos y populares en la comunidad, como “Pancho de los Bollos”, un señor que tenía tanta agilidad y velocidad, que competía a la par de las motos. “Juan Cachimba”, un tomador consuetudinario que tenía una voz espectacular y cantaba temas de la Sonora Matancera. Otro era una señora apodada la “Vichina”, muy popular en el barrio.
Estudié en un colegio laico llamado “San Antonio”, con la señora Sandino de Bravo, como directora que ha formado a generaciones, luego la secundaria la pasé en otro colegio católico, en el Salesiano de Granada, y también en el IndoPAP, Instituto de Oriente “Pedro Aráuz Palacios”.
De chavalo tomé parte en diversos juegos tradicionales que ahora se han perdido y pocos los conocen, como omblígate, la libertad, las banderas, la pañoleta. Todos juegos de correrías con los compañeros de clases y del vecindario. Ese fue el Carlos Emilio de Primaria, dedicado a los estudios, pero también un juguetón activo en su tiempo libre de todas las tardes o las noches. Creo que eran juegos que promovían valores, eran interactivos que fomentaban la comunidad y las relaciones intracomunales entre los chavalos, no pegados a una pantalla de computadora o de televisión como ahora se acostumbran.
En secundaria, López tomó parte en diversos deportes: fue corredor de los cien metros y practicó el salto largo, perteneció, además, al equipo de fútbol. Esas actividades no le quitaron ser el mejor alumno de su clase.
Más que hablar de la administración del ex procurador Omar Cabezas, me gustaría hablarte de hacia dónde debería caminar la PDDH, que ya tiene dos períodos en su vida. Primero fue la etapa fundacional, en la cual participé junto al doctor Benjamín Pérez y al profesor Julián Corrales, en la dirección. Un segundo período fue el del procurador Cabezas. De él preferiría que la población juzgara y comparara con el período anterior. Pero ahora viene un tercer período que debería funcionar en una relación más armónica con la Asamblea Nacional, ya que tanto el procurador como el subprocurador son comisionados del Poder Legislativo y sus delegados en la protección de los derechos humanos.
Otra línea de la PDDH debe ser de contribución a la armonía entre los poderes del Estado, un ente catalizador de diálogo, de encuentros desde posiciones constructivas, para que los poderes del Estado caminen cada vez más en el respeto de los derechos humanos. Por otra parte, tiene que ser puente entre la ciudadanía y las instituciones públicas.
Mi concepto es que la PDDH no debe ser un espacio de vociferación, sino uno constructivo, que traslade al Estado las quejas y las preocupaciones de la ciudadanía. Considero que hay que fortalecer la parte propositiva de la PDDH, no quedarse en la denuncia por la denuncia, sino procurar una entidad que oriente y recomiende la forma de cambiar de los derechos a los hechos, de los recursos jurídicos a la acción social.
Creo que los derechos humanos deben ser el paradigma de la familia, de las personas, que guíe Nicaragua, que guíe sus políticas económicas, su modelo educativo, su sistema de salud, que guíe a las instituciones de justicia, su actuar y el actuar de las empresas privadas para que no sangren a los trabajadores en detrimento de acumular lucro excesivo”.
De su vida
¿De dónde es Carlos Emilio?
Soy granadino, de los barrios populares Cuiscoma, ubicado a dos cuadras del mercado. Me siento orgulloso porque ése es un barrio de personajes folclóricos, míticos y populares en la comunidad, como “Pancho de los Bollos”, un señor que tenía tanta agilidad y velocidad, que competía a la par de las motos. “Juan Cachimba”, un tomador consuetudinario que tenía una voz espectacular y cantaba temas de la Sonora Matancera. Otro era una señora apodada la “Vichina”, muy popular en el barrio.
Estudié en un colegio laico llamado “San Antonio”, con la señora Sandino de Bravo, como directora que ha formado a generaciones, luego la secundaria la pasé en otro colegio católico, en el Salesiano de Granada, y también en el IndoPAP, Instituto de Oriente “Pedro Aráuz Palacios”.
De chavalo tomé parte en diversos juegos tradicionales que ahora se han perdido y pocos los conocen, como omblígate, la libertad, las banderas, la pañoleta. Todos juegos de correrías con los compañeros de clases y del vecindario. Ese fue el Carlos Emilio de Primaria, dedicado a los estudios, pero también un juguetón activo en su tiempo libre de todas las tardes o las noches. Creo que eran juegos que promovían valores, eran interactivos que fomentaban la comunidad y las relaciones intracomunales entre los chavalos, no pegados a una pantalla de computadora o de televisión como ahora se acostumbran.
En secundaria, López tomó parte en diversos deportes: fue corredor de los cien metros y practicó el salto largo, perteneció, además, al equipo de fútbol. Esas actividades no le quitaron ser el mejor alumno de su clase.
Su preparación profesional
“Al graduarme de la Secundaria vine a Managua, y luego realicé estudios superiores con diplomado en Estudios Bíblicos y Teológicos, en el Instituto Bíblico Nicaragüense adscrito a la Fraternidad de Iglesias Evangélicas Centroamericanas. Por eso tengo mucho respeto por el cristianismo, y esa formación me ha hecho poner en práctica esos principios”, dijo, agregando que graduado en este ámbito, su siguiente interés fue la sociología: se graduó en la Universidad Centroamericana. En ese tiempo, la sociología era el área mimada de los jesuitas, y siente haber tenido una formación excelente, pues fueron algunos de sus formadores con sus cátedras, Xabier Gorostiaga, Juan Hernández Pico, y entre otros sacerdotes, el mismo César Jerez, uno de los fundadores del Centro Nicaragüense de los Derechos Humanos.
¿Qué despertó tu interés en el área de derechos humanos?
Creo que el interés en hacer una carrera en los derechos humanos es una mezcla de influencias. Comenzando por mi familia, con mi padre, el profesor Carlos Emilio López Estrada, y mi mamá Gladis Hurtado, dos personas que aman a su prójimo y me inculcaron eso, el humanismo y la solidaridad. Crecí en ese ambiente, lo que considero que fue algo muy importante, tanto como la influencia cristiana en mis estudios, así como la formación sociológica.
En su vida considera que una de las pocas cosas que quisiera poder hacer es tener más tiempo con su familia, ya que, sus ocupaciones durante 20 años en estudios y especialización de derechos humanos, además de su trabajo, le han absorbido enormemente, por lo que sigue buscando ese equilibrio en el cual se debe revalorar más a la familia. Carlos Emilio López tiene tres hijos: Carlos Ebo, de 15; Wangki, de siete, e Itza Camila, de seis. De ellos comenta que se debe respetar la identidad de los hijos, y que la responsabilidad de los padres debe ser sólo transmitir principios y valores, para que ellos los asuman y los conduzcan a las decisiones que quieran tomar.
¿Qué despertó tu interés en el área de derechos humanos?
Creo que el interés en hacer una carrera en los derechos humanos es una mezcla de influencias. Comenzando por mi familia, con mi padre, el profesor Carlos Emilio López Estrada, y mi mamá Gladis Hurtado, dos personas que aman a su prójimo y me inculcaron eso, el humanismo y la solidaridad. Crecí en ese ambiente, lo que considero que fue algo muy importante, tanto como la influencia cristiana en mis estudios, así como la formación sociológica.
En su vida considera que una de las pocas cosas que quisiera poder hacer es tener más tiempo con su familia, ya que, sus ocupaciones durante 20 años en estudios y especialización de derechos humanos, además de su trabajo, le han absorbido enormemente, por lo que sigue buscando ese equilibrio en el cual se debe revalorar más a la familia. Carlos Emilio López tiene tres hijos: Carlos Ebo, de 15; Wangki, de siete, e Itza Camila, de seis. De ellos comenta que se debe respetar la identidad de los hijos, y que la responsabilidad de los padres debe ser sólo transmitir principios y valores, para que ellos los asuman y los conduzcan a las decisiones que quieran tomar.
Publicado en El Nuevo Diario por Rafael Lara el 24 de enero del 2010
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