* De nada valieron ruegos y llantos y hasta carta del menor perdonándolos
* Reacciones aquí rechazan penas como bárbaras y prueban que en EU el delito sólo se combate con cárcel
* Reacciones aquí rechazan penas como bárbaras y prueban que en EU el delito sólo se combate con cárcel
Ricardo Dávila, el nicaragüense que unos
meses atrás fue apresado con su esposa Josefa Dávila, acusados de haber
torturado a su hijo, fue sentenciado ayer a tres cadenas perpetuas más
40 años, y su esposa a 89 años de prisión, según la decisión de una
corte penal del Condado de Miami-Dade.
«Este ha sido uno de los casos más
perturbadores y emotivos que he tenido. Las evidencias (las tengo muy
frescas) fueron terribles», dijo el juez Alex Ferrer, quien dio el
veredicto pasando por alto las lágrimas, las plegarias de clemencia de
los acusados y los testimonios de buena referencia presentados por la
defensa.
Los Dávila fueron hallados culpables el 22 de
noviembre del 2000 de varios cargos de abuso infantil con agravantes,
abandono y secuestro, contra su hijo Ricardo Dávila, de 12 años.
PRUEBAS CONTUNDENTES
La fiscalía presentó al jurado pruebas
contundentes del maltrato que Ricardo Dávila, hijo, recibió el año
pasado, cuando fue encerrado en el baño desnudo y con un balde en la
cabeza, vendado y maniatado. Allí recibió fuertes golpes en la espalda,
piernas y brazos. Las fotos mostraron los hematomas, los ojos negros y
la cara hinchada del niño.
Al menor le obligaron a comer su propio
vómito, cáscaras de huevo y comida descompuesta. Le pusieron picante en
los ojos y le sacaron varias uñas de los pies, le fracturaron varios
dedos de la manos, algunos huesos de la cara y costillas. También le
pegaron con una extensión de cable y le golpearon la cabeza contra las
paredes.
Las acciones fueron realizadas por el padre,
incitado por la madre quien «presenció los actos de castigo», dijo el
juez. Y agregó «ustedes me pidieron compasión, pero yo no soy la persona
que puede darla», dijo el juez Ferrer, quien aseguró que el niño fue
tratado como si estuviera en un campo de concentración durante una
guerra.
Antes de la sentencia, ambos padres tuvieron
la oportunidad de expresar a la corte sus sentimientos. El padre del
menor, de pie y con las manos esposadas, dijo: «Pido perdón a todos.
Tenga piedad. Pido la oportunidad para demostrarles que amo a mi hijo
(...) No quise torturarlo, sólo quise corregirlo», expresó en medio del
llanto.
Josefa (la mamá) que también lloró
desconsoladamente, prefirió leer una carta que en parte decía: «Quiero
expresar el dolor que como madre llevo en el corazón. He pedido perdón a
Dios por haberle fallado a mi hijo (...), quiero que no me vean como
una mujer mala o cruel; yo no lo soy, y Dios lo sabe (...) Yo sólo
quería corregirlo para que el día de mañana no fuera un delincuente».
EL MENOR LOS PERDONO
El menor nunca vivió con sus padres, y cuando
los visitó por primera vez en febrero del 2000 tuvo problemas de
adaptación. Dijo mentiras y admitió haberle pegado a sus progenitores,
pero «en defensa propia». Desde muy pequeño vivió en Nicaragua con su
hermana Tatiana, de 13 años, bajo los cuidados de la abuela materna.
Sólo Kevin, el hijo menor, vivió con el matrimonio en Estados Unidos.
El pasado 7 de julio, el niño se escapó y
contó a los vecinos los maltratos de sus padres, quienes fueron
arrestados dos días después. Este fin de semana, los tres hijos
regresaron a Nicaragua, pero antes se despidieron de sus padres.
«Me siento triste. Mis padres quisieron
corregir mis mentiras y errores. Dios dijo `honra a tus padres’, pero yo
los deshonré. Le pido a usted (al juez) que los perdone. Yo ya los
perdoné», dijo el niño en una carta presentada a la Corte. La defensa
apelará en las próximas semanas la sentencia del juez.
REACCIONES EN NICARAGUA
Para el Procurador Especial de la Niñez,
Carlos Emilio López, esta sentencia es una situación completamente
opuesta a lo que ocurre en Nicaragua, donde abundan los casos de abuso y
violencia física contra los niños, pero que en la mayoría de los casos
son obviados por las autoridades judiciales.
Muchas de las relaciones cotidianas de padres
e hijos en Nicaragua, dice Carlos Emilio, están plagadas de violencia
sicológica, sexual, violencia física, infanticidios, abandonos,
irresponsabilidad paternal «y sin embargo, estos delitos, que son
delitos contra las personas, quedan impunes y engavetados en algún
juzgado», dice Carlos Emilio.
Si bien Carlos Emilio dice aprobar esta
condena por maltrato infantil, considera que la sentencia de tres
cadenas perpetuas es demasiado fuerte, demasiado extremista.
«Creo que se debe condenar para que estos
casos no queden impunes, pero cuando se va a sentenciar, antes, hay que
analizar los recursos de la familia, quién quedará con el niño, cómo se
mantendrá, porque deben recordar que esta sentencia lo va a afectar
sicológicamente al saber que ya no estará ni verá más a sus padres»,
afirma Carlos Emilio.
La sentencia de tres cadenas perpetuas al
papá y 89 años a la mamá, tampoco es del gusto de Mario Chamorro,
Director del Centro Dos Generaciones, pues está comprobado —dice— que el
tener una visión penalista, de cárcel, no resuelve los problemas de
violencia, que son problemas sociales.
«Estas sentencias es una muestra de que en
Estados Unidos, los problemas sociales los resuelven con la cárcel. Esa
no es la mejor opción porque las cárceles sólo atienden el efecto, es
decir las personas que causaron los daños al niño, pero mientras no
hagan acciones para prevenir la violencia, programas para que los padres
sepan educar a los hijos, nunca lo solucionarán», dice Chamorro.
Bueno es decir (y esto para que lo recuerden
los que suelen golpear a sus hijos), que, según Chamorro, el nuevo
Código Penal de Nicaragua incluye ciertas sentencias de años de prisión,
contra las personas que ejerzan castigos contra los niños (incluyendo
en las escuelas). Esos castigos son vistos como delitos y por eso son
las sentencias.
Publicado en El Nuevo Diario por Ketty Rodriguez el 24 de enero del 2001
Publicado en El Nuevo Diario por Ketty Rodriguez el 24 de enero del 2001
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